Escuela para la creatividad, el emprendimiento y la innovación

Contextualización


Uno de los principales desafíos de la universidad del siglo XXI, es “contribuir significativamente a construir una sociedad basada en el conocimiento, que afronte con eficacia y equidad los grandes problemas de la región” (Mayorga, 1999). En ese sentido, son las instituciones determinantes en la formación de sujetos para el desarrollo y no objetos del desarrollo (Max Neef, 1993), con autonomía, con la capacidad de ser agentes de cambio, competentes y proactivos, que aporten a la competitividad territorial, que construyan sociedad a partir de la articulación con los otros, bajo una cultura donde se permite y potencia la apropiación del conocimiento en función de lo que proyecta para su vida; en sí, las universidades deben ser pensadas como una gran escuela donde, desde lo individual y lo colectivo, cada uno aporte a la transformación de realidades sociales.

Es por lo anterior, que los sistemas educativos, desde la “escuela”, están orientando su misión formativa hacia propósitos emprendedores acordes con las nuevas necesidades de los sectores productivos; de esta forma, incluyen dentro de los currículos y planes de estudio la cultura del emprendimiento y proporcionan un contexto en el que se facilita el fortalecimiento de competencias para leer permanentemente el entorno, y desde allí proyectar la generación de empleo y la obtención de riqueza en función de oportunidades y necesidades, a través de las sinergias entre los distintos actores, y creando las condiciones para que toda la población se encamine hacia el desarrollo humano (Duarte y Ruiz, 2009).

Por otro lado, es importante destacar que en muchas universidades, la iniciativa empresarial ya no se limita a las escuelas de negocios. Algunos estudios han encontrado una correlación positiva entre el nivel de la intención emprendedora y el número de cursos de gestión tomados por los estudiantes matriculados en programas diferentes a los que tienen las habilidades de los negocios en sus currículos (Chen, Greene & Crick, 1998). Por otro lado, en el trabajo de Zappe y otros (citado por Byers et al.), se examinó la creencia de los profesores de ingeniería que enseñan espíritu empresarial a los estudiantes, encontrando que: 
  • La característica que define a un emprendedor es la capacidad de actuar sobre las oportunidades. Son claves también el impulso, la pasión, el ingenio y la creencia de que se puede ser exitoso. 
  • Las características de la mentalidad emprendedora se pueden aprender, incluyendo la capacidad de actuar sobre las oportunidades, aprender de los fracasos y resolver problemas técnicos, empresariales, interpersonales y comunicacionales. 
  • La forma en que los educadores enseñan el espíritu empresarial, está profundamente influenciada por sus propias experiencias profesionales, así como por sus creencias acerca de cómo las personas se convierten en empresarios. 
  • Se necesita más trabajo para mejorar la comprensión de las relaciones entre estrategias de enseñanza y experiencia personal con el espíritu empresarial y la eficacia en el logro de los resultados del aprendizaje. 
Las ideas anteriormente planteadas permiten indagar acerca de la pertinencia de los métodos de enseñanza actual del emprendimiento. Bill Aulet (2013), plantea que el camino equivocado para enseñar el espíritu empresarial es hacerlo por contar historias; en su planteamiento, presenta la necesidad de contar con la formación y un enfoque direccionado a disponer de las herramientas adecuadas (caja de herramientas); Lo anterior se facilita si se considera que la enseñanza del emprendimiento ha madurado; el terreno requiere un mejor mapa que le apoye, por tanto, aprender sobre la senda del emprendimiento es extremadamente útil (Mullins, 2012).

Acorde con los planteamientos anteriores, el marco institucional de la Universidad de Antioquia reconoce el rol de la Institución, en relación a su contribución a una sociedad basada en el conocimiento, que afronte de manera idónea la solución de problemas económicos y sociales y que forme individuos que desde lo individual y lo colectivo aporten a la transformación de realidades sociales. De esta forma, profundiza en la misión propuesta en el documento Acuerdo por lo superior 2034 (Consejo Nacional de Educación Superior CESU, 2014): “El sistema de educación superior colombiano es uno de los principales ejes de la transformación y de la movilidad social, base del desarrollo humano sostenible, social, académico, científico, económico, ambiental y cultural de nuestro país”. 

La U. de A. comprende esto y lo deja claro en su plan de desarrollo 2006-2016 (Universidad de Antioquia, 2006), aceptando que “las nuevas dinámicas del entorno invitan a repensar el papel y el sentido de la educación superior en la sociedad moderna, y obligan a la Universidad a plantear nuevas formas de producir y difundir el conocimiento de manera más abierta a la sociedad” (pág. 50) y que, en gran medida, son los procesos de formación los que permiten ampliar la capacidad científica y profesional de la Institución, formando “los actores sociales que requieren la región y el país para su desarrollo” (pág. 74). Para formalizar y materializar esto, desde 1997 el Alma Mater habla de la gestión tecnológica “como un componente importante de la actividad académica”, lo cual fundamenta en el Acuerdo Superior 218 -de 2002- y 284 -de 2004-, donde se crea y reforma el Programa Gestión Tecnológica -PGT-, respectivamente. 

Esta apuesta institucional entiende que el individuo juega un papel preponderante en la medida en que la formación es una herramienta para el desarrollo de sí y de su entorno, a través de acciones que den cuenta de su capacidad de crear, emprender e innovar, conceptos fundamentales a la hora de hablar de Gestión Tecnológica y que se alinean perfectamente con directrices del orden nacional, como la expuesta en la ley 1014 de 2006, para el fomento de la cultura del emprendimiento en el ámbito educativo, donde se afirma que “la educación debe incorporar, [...] lo más avanzado de la ciencia y de la técnica, para que el estudiante esté en capacidad de crear su propia empresa, adaptarse a las nuevas tecnologías y al avance de la ciencia, de igual manera, debe actuar como emprendedor desde su puesto de trabajo” (Colombia. Congreso de la República, 2006) 

Por tanto, es menester la creación de un modelo que permita integrar y fortalecer el fomento de la creatividad, el emprendimiento y la innovación en el quehacer formativo de las dependencias académicas, de manera tal que los actores del sistema educativo (profesores, estudiantes, directivos) reconozcan desde las capacidades propias, la forma en que se pueden articular al entorno social y económico con aportes que apunten al desarrollo del territorio. Modelo que además profundice sobre las competencias que se pueden enseñar para preparar a los estudiantes para la acción emprendedora, ya que la investigación sobre estos temas es todavía escasa y dispersa en una diversidad de perspectivas orientadas a la práctica y con un pobre desarrollo teórico (Edwards-Schachter, et al, 2014); y finalmente, un modelo que reconozca las fortalezas y debilidades internas, de cara a las oportunidades y amenazas/exigencias del contexto.

En resumen, las universidades son cada vez más conscientes de su papel en formar graduandos que no sólo sean creativos y desarrollen o mejoren productos o servicios, sino que también sean capaces de identificar oportunidades, comprender las fuerzas del mercado y los retos sociales (Edwards-Schachter, et al, 2014).

Bases del modelo


Conceptos a promover



Seguimiento psicosocial y empresarial


  • Proceso de aprendizaje




  • Ruta iniciativas emprendedoras

  • Usuario y equipo

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